Recién llegado de Europa, Fernando Ampuero presentará el segundo tomo de sus mejores cuentos esta primera semana de noviembre.
–Entiendo que Ampuero esencial Vol 1 y Vol 2 representa una selección de tus mejores cuentos. ¿Bajo qué criterios?
Me he guiado por tres jueces confiables: los reseñistas y críticos (digamos que los más serios y equilibrados), los amigos a quienes considero buenos lectores (aunque nada tengan que ver con el oficio literario) y, finalmente, mi propio gusto. Esa alquimia, en total, suma quinientas páginas.
–¿Cuánto de esos cuentos pertenecen al género negro?
–Pocos, en realidad. En la primera etapa (1972-1996) figuran los cuentos Taxi driver sin Robert de Niro y El departamento; y en la segunda (2005-2019), Saltos mortales y Maniobra subversiva. El género negro yo lo he desarrollado más bien en mis novelas, que han sido reunidas este año en Cuarteto de Lima. En cuanto al grueso de mis cuentos, son de filiación realista, de una suerte de realismo existencial. Algunos lectores coinciden en señalar que se trata de historias de corte intimista interrumpidas por los vuelcos del corazón que acompañan a la perplejidad. A ese asombro, a esa perplejidad, recurro también en mis pocos cuentos fantásticos.
–¿Por qué su cuento preferido es Jamás en la vida?
–Yo diría que Criaturas musicales, Malos modales y Mi buena estrella son algunos de mis preferidos. Pero entre los últimos que he escrito, sin duda, incluyo ahora Jamás en la vida. ¿Por qué? Porque revelo ahí una historia dolorosa que me explica. Es un relato autobiográfico que me costó mucho escribir, pero que tenía que hacerlo.
–En su novela El peruano imperfecto aparece su amigo Eneas Marrull, que tranquilamente pudo ser el tercer lobo de Lobos solitarios.
–Pudo serlo, es cierto, pero Marrull no era un hombre trágico. Era alguien muy pintoresco e incluso podía ser extraordinariamente divertido. Tenía la actitud impasible de Buster Keaton; no movía un músculo de la cara cuando contaba las sorprendentes historias cómicas que le ocurrían. Además, antes que la literatura, su principal pasión eran las mujeres. La novela que escribió fue un bicho que le picó cuando ya era muy mayor.
–¿Podríamos decir que su tendencia a escribir memorias está gravitando cada vez más en los argumentos de sus cuentos?
–Mira, esto es inevitable cuando pasan los años. Tal vez porque la memoria es el único paraíso del que no queremos ser expulsados. Borges decía: “Somos nuestra memoria, ese montón de espejos rotos”.