En una entrevista ofrecida a la emisora colombiana Bluradio, el primer ministro Aníbal Torres, quien pasaría sus últimas horas en el cargo, sostiene que una de las principales responsables de la actual situación del país es “una prensa ladrona de la verdad, que desinforma permanentemente, que engaña a la población y está al servicio de esos golpistas que no reconocen el triunfo de Pedro Castillo y que quieren sacarlo de todas maneras”.
Añade Torres que “eso siempre existió en un sector de la población, sector A, sector B, que desde el inicio no reconocieron el triunfo de Castillo y siempre han estado detrás de la vacancia o exigiendo la renuncia o proponiendo en el Congreso acusaciones constitucionales. Eso siempre existe y creo que eso es difícil que pueda desaparecer”.
El doble argumento se ha convertido en la principal defensa que esgrime el Gobierno. A Castillo lo condenaron desde antes de llegar a Palacio y esos que clamaron fraude son los mismos que insisten con la figura de la vacancia.
Pero Castillo juramentó con la legitimación de las principales misiones de observación electoral, como las encabezadas por la OEA y la Unión Europea. El Departamento de Estado de Estados Unidos, aquella bestia negra para la rancia ideología que profesa Perú Libre, también le otorgó su inequívoca bendición.
Lo de la última semana no son marchas de “viejos lesbianos” ni de aquellos que no pueden sacarse de la cabeza que la ajustadísima segunda vuelta del año pasado fue un robo contra Keiko Fujimori.
Más allá de los episodios de vandalismo producidos en el centro de Lima, la marcha del lunes 5 fue una masiva protesta que trasciende grandemente al “sector A y B”, y que expresó el sentir de un mayoritario porcentaje de la ciudadanía frente a un presidente y un gobierno que llevan ocho meses de decisiones que van desde lo cuestionable hasta lo disparatado.
¿Quién puso al congresista Guido Bellido al frente de una Presidencia del Consejo de Ministros para la que no estaba remotamente capacitado?
¿Y a Juan Silva y luego Nicolás Bustamante en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones que ahora es un presunto antro de millonaria corrupción?
¿Quién empoderó al “gabinete en la sombra” acusado de establecer un sistema de usurpación de funciones con un alto costo para la burocracia peruana?
¿Acaso desconocemos la identidad del responsable que liquidó su propia “segunda reforma agraria” con designaciones absurdas que llegaron a escoger un ministro vinculado con casos de homicidio? ¿Y el que decidió descabezar el proceso de vacunación con el nombramiento de otro ministro estrafalario, por decir lo menos?
La respuesta a todas estas preguntas es una sola: Pedro Castillo.
Los 20 mil dólares en el baño de Bruno Pacheco son apenas un capítulo de la novela de improvisación e incapacidad. Como lo declaró a CARETAS el exviceministro Rubén Vargas, el Estado ha sido asaltado por la actual administración, y la indignación de la población tiene relación directa con la percepción de la corrupción e ineficiencia generalizadas.
Mucha agua ha corrido bajo el puente y muchas oportunidades tuvo el presidente para corregir el rumbo. Todas las desperdició. Nada tiene que ver el despelote actual con los golpistas del doctor Torres.