El hilo conductor que entrelaza el desastre producido por las lluvias e inundaciones en las ciudades norteñas y la anarquía actual en Puno es el fracaso completo del Estado y la regionalización. En el primer caso, es decir, el Estado no ha podido completar la reconstrucción y hoy las aguas se desbordan por las mismas quebradas que en el 2017; en el caso de Puno, si bien existen agitadores con claro propósito marxista que han elegido a la región sureña como laboratorio separatista e identitario, uno de los problemas de fondo es la ineficiencia absoluta del Estado.
Pero, ¿por qué trato de relacionar todo lo anterior con la aparición de un posible y nuevo “Pedro Castillo” en el horizonte electoral? Por la sencilla razón que el fracaso del Estado en todas las líneas posibles aúpa la emergencia de un nuevo “Pedro Castillo” que, en un engaño discursivo, transforme nuevamente el hastío contra todo lo estatal por parte del ciudadano de a pie en una lucha de clases, de pobres y ricos, de limeños y provincianos; una dialéctica que ha agujereado toda posibilidad de encuentro, tolerancia y acuerdo en la sociedad política.
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Así, me atrevo a decir que el pavoroso fracaso estatal volverá a traer a un nuevo “Pedro Castillo” que se reflejará en las próximas elecciones, sea el año que sea. Adicionalmente a eso vale añadir un detalle que fortalece más semejante proyección: la desaparición de los partidos políticos anticolectivistas en las regiones y en el mundo plebeyo y popular, deja toda chance a la izquierda de todos los colores para desarrollar una sola candidatura. Quizá valga colocar otro detalle que ayuda también semejante aproximación: los relatos victimistas que construyó Castillo y su gobierno continúa vivo. Es un fantasma que recorre las regiones.
El gran detalle es quién podría ser este “nuevo Pedro Castillo”. Todo indica que ya hay algunos que se empiezan a perfilar para ocupar ese vacío de liderazgo y de representación en la propia izquierda. Días atrás, en una reciente entrevista en cadena nacional, el congresista Guillermo Bermejo utilizó las cámaras para mandar mensajes al sur peruano y en particular a esa pequeña pero activa minoría de izquierda que se moviliza aún en las calles. “Aquí estoy yo”, parecía decir Bermejo, recogiendo el testimonio dejado por un Pedro Castillo hoy hundido legalmente por golpista.

Como Bermejo, otros como Bellido, los de Perú Libre, un expresidente del Poder Judicial -Duberlí Rodríguez, comunista de vieja data- y hasta el rector López Chau, expeserrista (PSR) empiezan a querer perfilarse para ocupar ese pequeño pero movilizado espacio de la izquierda y representar al mismo votante que eligió a Castillo. Un detalle alentador: la usual característica de la izquierda a la dispersión podría detener cualquier estrategia política.

Es verdad que las marchas contra el gobierno y por la Asamblea Constituyente socialista se han reducido al mínimo, incapaces hoy de golpear a Boluarte y el Congreso. En otros términos, podríamos decir que las fuerzas procolectivistas e insurreccionales han fracasado. Hay diversas aproximaciones sobre lo anterior que van desde el cansancio del protestante al agotamiento de recursos de los grupos evistas y a la absurda estrategia del maoísmo insurreccional en un país de capitalismo popular/informal; sin embargo, lo único que parece ser cierto es que todo ese rechazo hacia lo estatal, Lima, el “establishment” y demás narrativas se verá reflejado en las urnas en las elecciones que vienen.

Quizá, así como hay un déficit de representación del orden, la mano dura y la economía de mercado, al final veamos peleando la presidencia a un nuevo “Pedro Castillo” y un posible “Bukele” a la peruana.