Ya estamos en pleno Mundial y los equipos que van a clasificar a octavos de final ya comienzan a asomarse. La fiesta del fútbol es inobjetable: buenos partidos y goles de toda factura. Goleadas inesperadas también. Sin embargo, más allá de lo que ocurre en la cancha: Qatar sigue siendo una sede bajo sospecha de muchas irregularidades laborales durante la construcción de estadios y un país donde los derechos humanos no significan mucho. Teóricamente un asunto delicado, pero en el año 2010 eso no representó ningún problema. Es decir, no existió dilema ético o moral en los miembros del comité ejecutivo de la FIFA que votaron a favor de Qatar. ¿Qué se privilegió? Eso es lo que se está investigando en la justicia de Suiza y Estados Unidos desde el año 2015 cuando estalló el FIFAgate. Pero al parecer, todo apunta al dinero. ¿Por qué no sorprende? La respuesta no puede estar lejos.
La justicia suiza y estadounidense aparecieron en el año 2015 por temas de sobornos en derechos de televisión en América Latina y en la elección de las sedes de los mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022. Ese escándalo determinó la renuncia de Joseph Blatter de la FIFA. Nada más, nada menos. La cabeza de la máxima entidad del fútbol mundial tuvo que claudicar. Buena señal no fue.
Y con Qatar surgen muchas inquietudes: informes periodísticos provenientes de medios, como The Guardian, que refiere en su investigación el fallecimiento de 6.500 trabajadores durante los 10 años que tomó la construcción de los estadios. Las razones han pasado por las pésimas condiciones laborales en un país donde las temperaturas llegan a los 50ºC: los golpes de calor apuntan a varios de los fallecimientos. A eso agregarle cómo han vivido los trabajadores: espacios reducidos con 14 personas y sin aire acondicionado. Una absoluta locura.
La mayoría de estos trabajadores provenían de países como India, Pakistán, Bangladesh, Nepal o Kenia. Y sus problemas también estaban conectados a la impuntualidad salarial. Aparte de haber tenido un sistema casi de esclavización: 16 hora diarias de labor.
Sin embargo, frente a estas denuncias la FIFA ha minimizado el número. Es más, lo ponen en duda. Quizás, de pronto, no son 6.500 personas, cabe la posibilidad que esa cifra sea menor —o mayor—. Pero eso no invalida la gravedad de este tema. Solo un ser humano que haya muerto por la ausencia de condiciones laborales en Qatar es de horror.
Aunque los abusos no han quedado allí, ahora que ha comenzado el Mundial, la ONG Equidem, dedicada a temas de defensa de derechos humanos y laborales, ha revelado que 13 de los 17 grupos hoteleros que tienen convenio con los organizadores del Mundial, ponen en práctica la discriminación salarial; la cotización de la remuneración está vinculada a la nacionalidad del trabajador: proceder de la India tiene un precio, de Kenia otro. A eso se suma el hostigamiento sexual que sufren las trabajadoras extranjeras por parte de sus compañeros hombres. Las quejas se diluyen en la indiferencia. Una información obtenida de 80 entrevistas a empleados foráneos. Evidencias para los incrédulos hay. No hay duda.
Tampoco hay dudas sobre la naturaleza—controversial para Occidente— de la construcción cultural de Qatar sobre las libertades individuales: se sabía del machismo legitimado en ese país y del desprecio por la comunidad LGTBIQ+. Es decir, la mujer es un ser de segunda clase y la comunidad homosexual no existe. Y a la FIFA no le importó.
Así de real, así de crudo: Qatar fue elegido sede de este Mundial a pesar de todas las controversias que representa y pone en práctica. Parar el campeonato; demasiado tarde. Hace años se debió actuar. El tiempo ideal ya pasó. En este momento la pelota rueda y la cancha es una fiesta. Los partidos llegan con triunfos sorpresivos y goles épicos. Pero sí se puede reflexionar sobre la dimensión moral de una organización como la FIFA. Este ejercicio será valioso para comprender cómo opera y qué privilegia esta entidad. Quizás se descubra que la honestidad no es su objetivo, que ante todo está el dinero. A cualquier precio. Y que la pelota sí se mancha.