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Se cierra el primer semestre del año en muchas universidades por estos días. Un semestre insólito que evidentemente deja muchas lecciones en un país que, y esto nunca es lo insólito en el Perú, no estaba preparado para enfrentar una situación como la que ahora atravesamos. Sin embargo, los docentes, sin excepción, han estado a la altura de esta exigencia y supieron encontrar respuestas donde solo había incertidumbre y convertir en virtud esa normalidad endémica que es la de un país que hace mucho le dio la espalda a la universidad y, por extensión, a la educación.
A pesar de ello, muchas universidades han atiborrado a los docentes de absurdos requerimientos administrativos, controles de asistencia de inspiración estalinista y evidencias orwellianas del dictado de clases. En otros casos, los más lamentables, se está dejando de contar con muchos de ellos o, cuando ocurre lo menos malo, se recortan sus ingresos justificándose tal medida en la actual coyuntura. Esto no solo ha perjudicado su labor, sino que ha distraído los esfuerzos de lo realmente importante: aprender de esta excepcionalidad y convertirla en una experiencia única para reflexionar sobre el sentido de la existencia humana y su centralidad en la construcción de la sociedad.
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Efectivamente, las naciones aprenden más de las dramáticas circunstancias que ponen en suspenso su continuidad que de la epifanía burda del mercado y de su deus ex machina, que es el discurso de la inversión privada. Quizás debamos recordar que la prosperidad falaz del guano no hizo menos dolorosa la experiencia de la guerra con Chile, así como el fulgurante crecimiento económico de las últimas décadas no nos preparó para el colapso sanitario y social que vivimos ahora.
Sin embargo, aun en estas circunstancias, los docentes hemos respondido con irreprochable compromiso, con voluntad, alegría y constancia. De igual manera, es necesario que las instituciones de las que somos parte -la parte más importante, no lo olviden- aprendan también lo que les corresponde de esta lección y privilegien lo pedagógico por sobre lo administrativo, lo humano sobre lo estratégico, y echen mano del mismo ingenio y flexibilidad que sus docentes, desde hace mucho tiempo, vienen demostrando.