Jorge Linares entorna los ojos como una flor nocturna a mediodía, insomne crónico –explica–, sus palabras se confunden con el rumor del enjambre de motos mientras rodamos por las calles de Iquitos, siempre pausadamente. ¡Acaso no hay un mañana!, ríe, repitiendo un dicho charapa sobre la relatividad de la prisa. Al amanecer dio la bienvenida a Christian Bendayán y Andrés Ugaz, que llegaron con el primer avión del día a Iquitos. Luego a Aliza Yanes y Gerardo Castillo. Más tarde a Miguel Rubio y Emilio Díaz. Todos los mencionados y otros más confluyeron en Iquitos el fin de semana del 11 y 12 de febrero para conmemorar el descubrimiento del río Amazonas hace una punta de años.

Jorge Linares, 49, es un loretano de profundo calado y operador turístico culto y sensible. Surca las aguas de la memoria desde hace más de una década en una navegación tan sugerente como prometedora. El motivo principal de sus noches de desvelo es la defensa del patrimonio cultural de la efervescente ciudad de Iquitos, desde su humilde condición de vecino y puntual tributario de las arcas municipales. Su cuaderno de bitácora tiene como eje el río Amazonas y como ancla el Cementerio General de la ciudad. Con el curso de los años se fueron ido sumando a esta iniciativa, múltiples y generosos tributarios como la Pontificia Universidad Católica del Perú y aquel torrente de vitalidad que fue Luis Repetto.

Así, el domingo 12 de febrero pasado convergieron en el muelle de la Marina de Guerra en Iquitos los más diversos personajes para embarcarse en el BAP Marañón y la embarcación fluvial Cáceres del Ejército. El alegre taconeo de las damas iquiteñas invitadas a la singular conmemoración apenas disimulaba su destreza marinera para abordar la cañonera. El teniente primero AP Gerson Velazco, al mando del Marañón, daba la bienvenida a la festiva troupe con un marcial apretón de manos.

A bordo ya se encontraban la flamante vicegobernadora de Loreto, Dolibeth Bardales, y Eulagia Tello, de la gerencia de Pueblos Originarios, el general EP Willy Bueno, jefe del Estado Mayor de la V División del Ejército, y el vicealmirante AP Javier Bravo de Rueda, comandante del Comando Operacional de la Amazonía. Lo que se tardó en escalar a la cubierta de la cañonera por una escotilla de 10 peldaños bastó para que el inclemente sol que castigaba el acero diera un vuelco de 180 grados y se echara a llover copiosa y sostenidamente por el resto del día. “El clima en Iquitos es impredecible”, rio Mary Celis Salinas del hotel El Cauchero. Velazco ordenó soltar las amarras.

Las naves se deslizaron corriente abajo hacia el encuentro del río Itaya con el Amazonas. El olor a limo fecundo impregnaba el aire. La sola fuerza de los ríos da cuenta de la osadía de los barbados españoles integrantes de la expedición Orellana en 1542, arrastrados inexorablemente al corazón de la jungla por el hambre (no solo de oro) y la fuerza irreversible de la corriente fluvial. Escuchóse proveniente del Cáceres el canto de sirena de Thalía Villacorta interpretando el vals Amazonas de Julio Elgegren Pinedo: “Y al cantante monarca de los ríos, ensalzo tu grandeza, orgullo del Perú”.
Detuviéronse las embarcaciones en un punto de baliza inescrutable, donde Miguel Rubio, director del elenco teatral Yuyachkani, lanzó al río Amazonas una corona de flores tropicales en homenaje a aquel gran gestor cultural, Luis Repetto Málaga, difunto en la primera oleada del COVID-19, en 2020. Repetto era el alma, corazón y dínamo del Museo de Arte y Tradiciones Populares del Instituto Riva Agüero de la PUCP, y conoció a Linares en Iquitos, en 2012. Si hoy se pueden apreciar los dos murales del famoso pintor César Calvo Araujo –El descubrimiento del Amazonas y La llegada de los barcos a vapor a la ciudad de Iquitos—, en Mi Museo Iquitos se debe en gran medida a ese entrañable peruano. Ambas obras fueron rescatadas de la demolición del antiguo local de la Municipalidad de Iquitos por una protesta ciudadana liderada por el artista iquiteño Christian Bendayán, quien en 2010 asumiría la dirección del INC-Loreto.

El evento se deslizaría por entre las malocas elevadas y el infernal amarradero de naves del barrio de Belén hasta la Balsa Bufeo, de propiedad de Bendayán. A bordo, la afamada banda de cumbia amazónica Los Wemblers tronaba alegre y estalló el baile y llovía a cántaros. “Vivimos tiempos difíciles”, alcanzó a decir Rubio –Premio Nacional de Cultura 2019– al enmudecer los timbales, “pero siento que este torrente de energía nos va a llenar el espíritu hasta alcanzar un futuro con fe, justicia y tolerancia”.
En la frontera de lo imaginable

La naturaleza es tan exuberante y el río tan grande que la Amazonía se encuentra en el límite de lo imaginable. El propio Gaspar de Carvajal, cronista de la expedición liderada por Francisco de Orellana en 1542, cruzó esa frontera descaradamente. Narró el sacerdote dominico la existencia de mujeres guerreras “altas y blancas, desnudas, las vergüenzas tapadas, haciendo guerra como 10 indios”. Aliza Yanes, literata sanmarquina, expuso en el auditorio del hotel Hilton, ante una atenta concurrencia de uniformados y civiles, sobre la mitología de las amazonas en la literatura peruana.
La imaginación estimulada por el consumo ritual de psicotrópicos, como la ayahuasca, es a su vez fuente inagotable de expresiones en la pintura amazónica y en la vida real. En las últimas semanas dos grandes intérpretes de la pictórica amazónica murieron por causas naturales. Apellidaban ambos, Ríos, ni más ni menos. Bendayán planteó una pregunta existencial: ¿a dónde los Ríos van a parar? Es decir, cuál será el destino final de la extraordinaria obra de Yando y Benny Ríos —“constructores de bosques imaginarios”—, hoy difuntos.
Descomunal, como todo en la selva, el sacerdote Víctor Lozano anunció en el auditorio la renovación del comité editorial del proyecto Monumenta Amazónica y el propósito de completar la colección de fuentes históricas –nada menos que 150 volúmenes– que el padre agustino Joaquín García comenzó en 1984.
El antropólogo Gerardo Castillo orilló en el vasto archivo del fotógrafo Augusto Falconi, “el gran retratista urbano de Iquitos” desde 1960. En la vertiente paralela, las exposiciones se enrumbaron hacia la conectividad de la selva a las redes digitales y la posibilidad de la fibra óptica por los escabrosos meandros de la burocracia, donde el ingeniero iquiteño Emilio Díaz, de la PUCP, estuvo en su garbanzal.
El evento fue realidad gracias a las organizaciones culturales Iquitos Cultural y Bufeo; el apoyo de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), del Museo de Artes y Tradiciones Populares “Luis Repetto Málaga” del Instituto Riva Agüero de la PUCP y del Patronato por la Cocina del Callao (presidido por Andrés Ugaz); y el auspicio de la gerencia de Comercio Exterior y Turismo del Gobierno Regional de Loreto.