Manuel Guerra Valle es médico familiar y cirujano. Estuvo a cargo del departamento de oncología del Hospital Regional de Iquitos por un breve periodo de diez meses que le ha permitido conocer la realidad de la región de Loreto desde el punto de vista de las patologías oncológicas. Ha fundado ‘Mujeres por una esperanza de vida’, una asociación de lucha contra el cáncer que preside con el apoyo de pacientes oncológicos y sólo cuenta con medios propios, sin ningún tipo de apoyo oficial.
¿Cuál es la realidad del paciente oncológico en Iquitos?
Es sabido que el departamento no cuenta con mucha capacidad resolutiva para poder manejar diferentes tipos de patologías oncológicas, lo que nos obliga a referir pacientes de Iquitos a Lima. No sólo pacientes de Iquitos sino también de la rivera. La región es enorme y todas las comunicaciones son fluviales y no es fácil llegar a Iquitos. Los pacientes que llegan, muchas veces chocan con la necesidad de tener que ir a Lima. Pagar el pasaje, la alimentación y el hospedaje. Aunque el tratamiento sea gratuito muchas veces deciden no ir y quedarse a su suerte.

¿Cómo afecto la pandemia de COVID a esa situación?
El confinamiento y la suspensión de vuelos han hecho que los pacientes no tuvieran los tratamientos adecuados. Pacientes que necesitaban hacer sus chequeos no han podido hacerlos al no poder viajar, otros que necesitaban medicamentos para el dolor no las han podido conseguir o se han encarecido. No tenían acceso a los centros médicos o los hospitales. El miedo a exponerse al virus al ser inmunodeficientes les ha hecho replegarse a sus casas, aguantar el dolor y no recibir tratamiento. Otro tema es que muchos médicos murieron, especialistas, oncólogos, nefrólogos, y eso ha hecho que los pacientes ahora se vayan a querer atender pero no encuentran a su médico. Cuando el Hospital Regional fue considerado como Hospital COVID ya sólo atendió a pacientes con el virus. Y mucho del personal médico y técnico ha enfermado o se ha quedado en sus casas por ser considerado personal de riesgo.
¿Qué mostró la pandemia?
Ahí nos dimos cuenta de lo deficiente del sistema, de qué medicamentos no existían, fácilmente los hospitales han colapsado. Otro aspecto que quedó al desnudo fue la corrupción, la falta de presupuestos o el desvío de los mismos a destinos que no eran los correctos. Y lo más importante para mí, la falta de solidaridad. Se acapararon medicinas, se encarecieron, paracetamol, diclofenaco, ibuprofeno que costaban 10 o 20 céntimos lo vendían a 10 soles. Un paciente oncológico, que en muchas ocasiones tiene economías que no pasan de diez soles diarios para su familia ¿cómo iba a poder pagar esos precios?
¿Qué capacidad hay para la atención oncológica en la ciudad?
El departamento de oncología en el Hospital Regional es el único en la región Loreto. Aún así no tiene un área hospitalaria y se da atención oncológica al mismo tiempo que se da quimoterapia. El Hospital Iquitos no lo tiene. Los centros de salud tienen áreas para prevención oncológica. Hay patologías oncológicas que no se están manejando y eso que tenemos estadísticas que nos sitúan como la segunda región con más patologías oncológicas cervicales, entre ellas cáncer de mama. También hay un buen número de cáncer de estómago y de próstata y las leucemias no se están tratando acá por falta de un médico hematólogo.

¿Qué trabajo desarrollan en la Asociación Mujeres por una Esperanza de Vida?
En 2017, un grupo de pacientes mujeres me pidieron ayuda para la fundación y la formación. Hemos venido trabajando en la ayuda a los pacientes oncológicos, especialmente brindándoles apoyo emocional. El paciente al recibir su diagnóstico de cáncer pasa por una fase de depresión a la que buscan salida. Una de ellas son las plantas, se tratan con remedios naturales durante un año, dos años, y vuelven más graves. Por eso vamos a disponer de un local para atender de forma gratuita a los pacientes de más bajos recursos, no solamente en el tratamiento del cáncer sino en otras patologías relacionadas o derivadas del cáncer y su tratamiento. El paciente, especialmente en etapas terminales no quiere ir ya al hospital por su degradación física que llega a debilitarle e incluso a avergonzarle. Por eso queremos dar esa atención en sus casas llevando un tratamiento paliativo y acompañándolos en el tramo final de su enfermedad para tratar de darle las condiciones para llegar a una muerte digna.
¿Cómo enfrentan estos pacientes la enfermedad?
Con la asociación he tenido la oportunidad de llegar a las casas de los pacientes y ver las condiciones en las que viven. Cuando entras en una casa para la visita domiciliaria te encuentras al paciente en una tarima sin colchón y con sólo con una sábana. Muchas veces con patologías mamarias o cervicales en mal estado, con secreciones. Claramente se ve que la familia no tiene una buena situación económica. A mí eso me pone mal porque el Estado no está dando importancia a eso, y hay presupuesto, y está en la OMS el derecho a una muerte digna. Yo veo eso, el ser humano que puede ir juntando perritos de la calle pero las personas se mueren en su casa abandonadas. No entiendo qué está pasando, está muy bien recoger perritos de la calle, peo por qué entre nosotros no hacemos eso, no somos solidarios.
¿Existe algún tipo de sistema paliativo?
En la región Loreto no existe. Se requiere, se requieren las visitas domiciliarias. El paciente no quiere ir al hospital porque se da otro hecho. El maltrato, hay personal sanitario muy bueno, muy sensible, pero también lo hay muy insensible. Me comentaba un paciente lo que tenía que escuchar cuando entraba en el hospital, “ah, ese es enfermo con cáncer, déjalo ahí”. Es tan importante el aliento y la atención al paciente, aplicar la inteligencia emocional. Pero no se da. Vuelvo a recalcar, la pandemia nos ha dado la oportunidad de ser mejores, más solidarios, no lo hemos hecho, si no aprendemos de estas cosas esto va para peor.
¿El COVID ha tapado muertes con otras patologías?
Muchas, los familiares me explicaban, si llevo a mi padre al hospital nunca más le voy a ver, le meterán en una bolsa y lo botarán a una fosa común. Y eso sucedía. Y la reacción fue dejar que falleciera en la casa y conseguir un certificado de defunción que no mencionara la palabra COVID, porque si aparecía por cualquier lado terminaría en la fosa. Las funerarias proveían de esos certificados. Por eso estoy seguro de que hay un subregistro. En la Asociación teníamos tres señoras con cáncer y dos han fallecido y la que queda no ha sido atendida porque su médico falleció.

¿Sufrió COVID?
Al principio de todo yo sufrí una leve tos, pedí una prueba y me mandaron a casa. Yo quería seguir trabajando pero no me dejaron. En mi familia se infectaron todos. Mi hijo de 14 años tuvo un problema respiratorio y eso me creo un problema de stress.
A mediados de abril, la situación se puso muy fea. Era tan terrible escuchar día tras día como mis compañeros de trabajo, amigos, que hemos hecho guardia y amanecido juntos iban falleciendo. Hay cinco compañeros que les diagnosticaron el coronavirus pero como no sentían nada volvieron al trabajo. Los cinco han muerto. Un amigo infectólogo, muy muy amigo, Luis Panduro, le entubaron y no salió más. Además murieron 20 médicos en la región Loreto. Muchos conocidos del colegio, del barrio. Loreto lo ha pasado mal, muy mal. Y como dice el doctor Celis, en la entrevista que le hicieron hemos fallado.
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¿En qué hemos fallado?
Otro tema es el temor, escuchar las noticias, el estrés y ansiedad que provocaba en todos. Pero no hay un estudio que nos indique. Por ejemplo, los sin techo, personas que viven en la calle, no han muerto ¿por qué? ¿Cuál sería la razón fisiológica, médica? Por otra parte cómo cuidar a un paciente de esta región en su casa y decirle que se aísle cuando en las casas de la rivera no hay cuartos, no hay baño. Hay tantas cosas que analizar desde diferentes puntos de vista.
Lo que sí puedo decir a partir de mi experiencia es que hemos fallado porque no conocemos la realidad de nuestra región. Nos guiamos por políticas centrales que veíamos en la televisión donde nos daban consejos de cómo tratar a un paciente con COVID en una casa de cuatro cuartos, pero no he visto una casa de Belén de tabla, ¿hemos hecho un modelo para comunicar cómo actuar en esa realidad?
Debemos poner mucho empeño en la salud mental, el trauma que supuso para cualquiera sospechar que tenía COVID, una tos, una tomografía, una receta que le lanzaba a las calles a buscar y cuando encontraba era 800 soles, volver a casa y temer contagiar a sus hijos, a sus padres, mirar la televisión y escuchar y ver que te vas a morir, que todo el mundo muere. Vamos a tardar en superarlo.