Sin detenerse en las diferencias entre las aproximaciones de los periodistas, la ronda de entrevistas a las que se sometió el presidente Pedro Castillo tuvo puntos constantes en sus respuestas, claramente articulados previamente.
El que más llama la atención es la admisión de no haberse “preparado” ni “entrenado” para ser el primer mandatario de la Nación. Eso ha quedado claro desde tiempo atrás, pero el insistente reconocimiento por parte del propio protagonista resulta inédito.
Si tanto lo remarca probablemente es porque cree que allí hay algún tipo de virtud. Se refirió a que no se entrenó en Estados Unidos ni Europa, como si la experiencia de algunos de sus predecesores equivaliera a alguna forma de adoctrinamiento. Él -como se lo dijo en varias ocasiones a César Hildebrandt, Nicolás Lúcar y Fernando del Rincón- ha venido a hacer las cosas de manera distinta. Tanto que no cuenta con los conocimientos mínimos que se requieren para ocupar el despacho presidencial.
Con ello el presidente achata las expectativas y, sin explicitarlo, solicita benevolencia. Se encuentra en un período de aprendizaje y la ciudadanía debe tolerarlo y perdonarlo. Porque él viene a hacer las cosas de manera distinta. Como no se han hecho en 200 años, asegura.
El argumento no resiste análisis y se extiende a su convocatoria hueca a los profesionales honestos del país para integrarse al gabinete y al Estado. Como se enorgullece de no leer periódicos ni ver televisión tampoco tiene en claro las graves controversias que rodean a ministerios como los de Transportes y Comunicaciones y Energía y Minas. En otra respuesta de cajón dice que los integrantes del gabinete están en permanente evaluación.
La engañosa situación de polarización que vive el país determina que cada sinsentido presidencial sea respondido en las redes con comparaciones con otros presidentes y recordatorios sobre las carreras de los entrevistadores. ¿Si uno de ellos fue complaciente con los siameses Fujimori y Montesinos por qué no debería serlo con el “hijo del pueblo”? El problema de fondo no son los estilos de las entrevistas sino las respuestas. Para algunos, la infantilización y el “buensalvajismo” sobre los que advirtió CARETAS durante la campaña se han prolongado del candidato al presidente.
Del mismo modo, evadir la crítica con el supuesto resentimiento de la derecha debido a su falta de influencia actual equivale a taparse el otro ojo. Como el propio Castillo lo declara, él ni siquiera podría ser considerado de izquierda. Más allá del apretado resultado que le dieron las urnas en la elección democrática, y por admisión propia, tampoco tiene las aptitudes para ocupar el cargo que hoy detenta.