Ataviados con sombreros, anacos, espejos y muchas flores, se desbordan las emociones de alegría, tristeza, amor, dolor, pero también se invoca con pasos cadenciosos a que vuelvan las lluvias y los cantos líricos es para anunciar que ha nacido el Niño Jesús.

LAS PALLAS
Seis mujeres ataviadas con sombrero coronado de un ramillete de flores artificiales, una blusa blanca de mangas largas, cubierta de un anaco azul bordado con lentejuelas, dorados, mostacillas y muchos espejos. Por encima una mantilla guinda que en forma de banda cruza el pecho, y sobre uno de los hombros un listón del cual se desprenden un rosario de cintas multicolores. Pegado a la cintura una faja porta varios pañuelos de colores perfectamente bordados. A ellas también se les llaman huañas, las que bailan dominando una azucena, es decir, un bastón cubierto de papel crepé, hilos y muchas flores artificiales que tienen las formas de rosas, claveles, lirios.
Pero las huañas no bailan por sí solas. En realidad, el control de la danza lo llevan los dos sonajeros que, con sus miradas, los golpes de sonaja y la intensidad del zapateo, dirigen los pasos conocidos como “la quimba”, “la cruz”, “la equis”, “el pasamano”, “el torito”, “la gamita”. Los sonajeros, a su vez, se guían de las tonadas del arpista Tiburcio Caycho Vega, el flautero Marcelo Cosme Acuña y el violinista Pantaleón García García.
Las pallas de Coayllo datan del tiempo de los incas. Se dice que las hijas menores del inca al casarse tomaban el nombre de “pallas”, y la danza servía para invocar el retorno de las lluvias, se pedían a las estrellas, el sol y a la luna que la tierra sea generosa en su producción, tenía un profundo agradecimiento a la Pachamama. Es posible que la imponente explanada del sitio administrativo inca de Uquira haya servido de estas ceremonias, pero sería después con la llegada de los españoles que al edificar la majestuosa iglesia de San Pedro de Coayllo, en 1560 (considerada la quinta iglesia más antigua de la costa peruana), las pallas se trasladaron al templo católico, que junto a la muchedumbre fervorosa de fe lo bailaban el 25 de diciembre y 6 de enero.
Uno de los cultores de esta danza es la familia Vega Francia del anexo San Juan de Quisque, quien sigue la tradición de los atajos, primero participan en la Santa Misa, luego se trasladan danzando hasta el cementerio de Coayllo para visitar a los ancestros enterrados que un día cultivaron la danza. Y de ahí nuevamente bajan bailando por la calle principal hasta llegar a la Plaza de San Pedro y ser recibidos por las autoridades municipales. Después, las pallas continúan su paso hasta llegar a su morada donde abunda el almuerzo, la chicha, y el baile con la población. El 6 de enero vuelven a las andanzas que culminará a la medianoche con la quema de azucenas en la gran Bajada de Reyes.

LOS CHUNCHOS Y SUS QUILLAS
Se trata de una danza tan antigua como las pallas, donde los hombres y mujeres del valle de Coayllo representan a los habitantes de la selva que tienen expresiones tímidas, y es por eso que se cubren el rostro con unas máscaras, y que además llevan sobre la cabeza una corona de plumas de pavo real, y en los pantalones semillas huecas llamadas “maichiles” que al momento de realizar su coqueteo suenan como si fueran cascabeles.
Pero los tres chunchos de Coayllo no bailan solos, siempre van acompañados de sus parejas llamadas quillas, que en lengua quechua quiere decir luna. Ellas en su baile portan un bastón con la figura de una media luna, llevan anacos con espejos y sobre la frente una corona de flores, como en los tiempos del incanato en que se honraba a la luna por ser hermana y mujer del sol, la diosa que representaba la fecundidad femenina y la Pachamama.
Los incas llamaban chunchos a los guerreros amazónicos en el antiguo reino del Antisuyo, y en las láminas del cronista Guamán Poma de Ayala (1615), se pueden ver algunas ilustraciones de los chunchos en la vida social del Tawantinsuyu. Hoy en día, la familia Napán Reyes del anexo San Juan de Quisque llevan adelante los chunchos y las quillas de Coayllo, conservando su suave vestido largo de colores claros con iconografía amazónica y por encima una capa marrón diseñada con dibujos y trazos que expresan la espiritualidad, el reflejo del alma, la luz del sol, el trabajo del campo. Ellos siempre están presentes en las fiestas patronales y costumbristas.

LOS NEGRITOS
Se trata de una danza que data de los inicios de La República, luego de que el mariscal Ramón Castilla libertó a los esclavos negros un 3 de noviembre de 1854. A partir de entonces los dueños de las haciendas concedieron libertad en la víspera de la Navidad, y al encaminarse a sus comarcas dieron nacimiento a una danza que representaba su libertad y con ella la veneración al Niño Jesús.
En Coayllo, la familia Yactayo Francia del anexo San Juan de Quisque es la que se ha dedicado a la danza de Los Negritos, siempre acompañado del violinista y del arpista, usando atuendos rojos oscuro como la levita con solapas y muchos hilos dorados, sombrero con su penacho de colores, y en los hombros las charreteras doradas, además de un látigo y las máscaras con gestos burlones, hilarantes, bufones e insolentes, y que el público los ve como la representación de la nobleza despótica.
Un detalle a tener en cuenta es que, con el paso del tiempo, los llamados hombres de color fueron decreciendo y ya no participaban de las danzas, por lo que tuvieron que ser reemplazados por los mestizos. Como la danza era de los negritos, entonces se tuvieron que confeccionar máscaras para esconder al verdadero rostro del danzante. Así, Los Negritos de Coayllo realizan sus destrezas, imponen orden y se roban las sonrisas del público.

LAS PASTORAS
Una danza que practica en los anexos de la parte alta del distrito de Coayllo, distinguiéndose por sus atuendos coloridos de faldas plisadas, refajos, mandil blanco bordado, blusa y un elegante sombrero blanco con azucenas adornadas con flores artificiales que les permite marcar el ritmo de la coreografía local.
Las pastoras son mujeres del campo que a través de sus voces agudas y movimientos expresan su misticismo comunitario relacionados con la lluvia, el agua, el viento, el fuego, el frío, y también dan a conocer mediante el cruce de azucenas las vivencias de la actividad ganadera, agrícola, la fertilidad del valle, las cosechas, y que en estos días de Navidad y Bajada de Reyes llegan a las plazas para hacerse escuchar su cultura viva.
EL SANTIAGO
Esta es una danza inmensamente expresiva que simula la lucha de la caza de animales, la siembra de semillas, el recojo de cosechas, la labranza de la tierra, el marcado del ganado, y que los pobladores del anexo Santiago Apóstol de La Yesera en Coayllo conservan la tradición de rendirle tributo a la Pachamama y a sus generosos frutos del campo.
La danza del Santiago de Coayllo también tiene una representación de fe ya que se baila en el día del patrono y protector de la comunidad el 25 de julio, conmemorando la valentía del apóstol en la vida cristiana. Poesía en movimiento.