Hacia los años sesenta del siglo XX, América Latina concitó la atención del mundo. Fue su literatura, la calidad inventiva de un selecto grupo de jóvenes escritores, la que produjo el fenómeno. Causó tanto ruido que se le bautizó como el boom latinoamericano.
Gabriel García Márquez deslumbró al mundo con la genialidad de su universo mágico: Cien años de soledad se convertiría en una novela para perdurar. Mario Vargas Llosa también lo impactó, recorriendo la descarnada realidad de nuestros países, con su recia pluma en Conversación en La Catedral. Lo mismo sucedió con Julio Cortázar y Carlos Fuentes. La mejor prueba: el premio Nobel a García Márquez y a Vargas Llosa.
Pues bien, ahora se está produciendo un nuevo boom, pero esta vez dramático y estremecedor: la exhibición de un Estado rendido, incapaz de cumplir sus más elementales funciones, a partir de un potente cuestionamiento social. Aquí no hay creatividad sino todo lo contrario. Y el mundo está tomando nota.
Examinemos primero el sorprendente estallido social en Chile. La esposa del presidente Sebastián Piñera, en una declaración que se ha hecho de público conocimiento, resume la situación sin ambages: “…parece un ataque alienígena… estamos sobrepasados…”. No debe olvidarse que el mismo presidente chileno, apenas días antes de la inusitada movilización, había relievado que Chile era un oasis de estabilidad. Luego de conocidos los sucesos, no deja de llamar la atención que la definición de oasis sea la misma que la actual situación del gobierno chileno: soledad en el desierto.
Contra toda previsión, la sociedad chilena salió a las calles, multitudinariamente, a manifestarse. Lo hicieron los jóvenes bailando, los adultos cantando y hasta los niños tocando cacerolas.
Pero en el medio de tales intensas movilizaciones, se produjeron, también, violentos saqueos, desmanes enfurecidos, incendios a establecimientos públicos y privados, y enfrentamientos que dejaron algunos muertos, otros heridos y muchos detenidos.
Y, mientras tanto, el Estado fue incapaz de restituir el orden público y asegurar la normal convivencia social, ahí donde las circunstancias lo exigían. Los daños materiales a los mercados populares y a los comercios minoristas, para no hablar de los bienes públicos, son incalculables.
El desafío planteado a la clase política chilena es inmenso.
El otro ejemplo representativo de este nuevo boom latinoamericano, es el de la explícita rendición del Estado de México ante el ataque del narcotráfico.
Resulta que grupos armados del cártel de la droga mexicana, como si se tratasen de fuerzas de ocupación, tomaron literalmente la ciudad de Culiacán y después de someter al Ejército, abrieron la cárcel para liberar a sus cabecillas. Y lo sorprendente es que el presidente López Obrador justificó la abdicación del Estado para evitar más violencia.
Confiemos que este otro boom genere una nueva generación de escritores para que nos explique, con sus creativas fantasías, qué sucede en la América Latina de nuestros tiempos.