Cualquier país del mundo mínimamente ordenado no debiera tener un gobierno que cambie un ministro cada semana. Es una afrenta a la razón. Ese es, sin embargo, el caso, en promedio, del presidente Castillo en el Perú durante su primer año: ha tenido 69 ministros, hasta el momento de escribir estas líneas.
Pero, como es natural deducir, dicha anormalidad no es más que un síntoma de un fenómeno mucho más profundo: el desgobierno. En otras palabras, en la medida que no existe ningún plan a seguir, ningún objetivo por cumplir ni finalidad alguna por alcanzar, resulta entonces fácil de comprender la absoluta desorientación entre quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones.
El asunto es claro: no hay posibilidad alguna de definir políticas públicas, y sostenerlas en el tiempo, si es que los altos funcionarios encargados de llevarlas a cabo son cambiados con la frecuencia inusitada con la que se viene haciendo en el país. Un par de ejemplos ilustran esta patología institucional. Está anunciado en todo el mundo que es inminente una severa crisis alimentaria debido a la falta de fertilizantes. La invasión de Rusia a Ucrania, principal productor de este insumo indispensable para la agricultura, ha roto la cadena de suministros y ha generado las restricciones de su distribución global. Pues bien, a pesar de que se trata de una situación anticipada, el gobierno de Castillo ha sido incapaz, hasta el momento, de comprar fertilizantes. De esta manera se está afectando la capacidad de producción de alimentos de nuestra agricultura para un normal abastecimiento de nuestros mercados. Ha habido seis Ministros de Agricultura en lo que va de este gobierno, la mitad de los cuales han sido cambiados exactamente en el momento en que se requería adquirir fertilizantes.
El otro caso es el que tiene directa relación con la seguridad ciudadana, otra de las necesidades más acuciantes de la ciudadanía. Castillo ha nombrado siete Ministros del Interior. Sin considerar los cambios que también ha realizado en la alta dirección de la Policía Nacional, no es razonable creer que exista alguna política definida para contrarrestar la creciente inseguridad que se vive en el país actualmente.
El desgobierno del presidente Castillo está siendo tan acelerado que el colapso de los más elementales servicios públicos puede contagiarse con la misma velocidad que su deterioro; y, consecuencia, dejen de funcionar o simplemente de prestarse.
Y se equivoca sustancialmente el presidente Castillo si es que considera que el desgobierno acelerado en el cual está envolviendo al país, puede contestarse con la retórica demagógica de ser un modesto hombre del pueblo que vela por las mayorías nacionales. Cuando se trata de una demostrada incompetencia para gobernar, la altisonante respuesta política carece de sentido. No se trata de las imputaciones de corrupción, que tienen su propio curso. Se trata de la ineptitud de dirigir el país: adoptar políticas públicas coherentes y ejecutarlas.
La perversa dinámica del desgobierno de Pedro Castillo está próxima a descontrolarse en el país, y si eso ocurre…
*Abogado y fundador del original Foro Democrático