Perú, Chile y Colombia acaban de tener elecciones complicadas. Tienen en común haber elegido presidentes de izquierda. Pedro Castillo, Gabriel Boric y Gustavo Prieto, sin embargo, no son lo mismo. Lo que los distingue es su habilidad política, o, dicho de otra forma, el arte de hacer gobierno.
El caso peruano es bastante conocido. Pedro Castillo fue elegido por un golpe del azar, casi una casualidad: únicamente doce de cada cien peruanos votó por él en primera vuelta. Su elección fue el resultado de una extraña combinación: el miedo y la rabia. El coronavirus y Keiko Fujimori fueron los ingredientes.
Castillo está por cumplir un año en un gobierno extenuado y sin rumbo. Su impericia política ha quedado demostrada: en vez de concertar, que fue el resultado de las urnas (un país dividido en dos), optó por confrontar. Ahora está solo.
Chile tiene otro proceso político. Después del sorprendente estallido social del año 2019, caracterizado por una inmensa movilización ciudadana, se inició el camino constituyente. Se eligió la llamada Convención Constitucional para hacer una nueva Constitución, que acaba de terminarse. Mientras tanto, se llevaron a cabo elecciones en las que el joven militante de izquierda, Gabriel Boric, de apenas 36 años, salió elegido. Aquí es necesario una pausa y examinar ambos fenómenos. Boric planteó el mensaje de cambiarlo todo en Chile, invocando el deseo constituyente. Allí está su error estratégico, derivado, no de su incompetencia (ese es el caso de Castillo), sino de su inexperiencia política. Y es que el gobierno de Gabriel Boric se ha identificado plenamente con el proyecto de nueva Constitución, que está convocando diversos rechazos: como tiene 388 artículos y regula todo, desde el aborto, los pueblos originarios, la plurinacionalidad, el enfoque de género y hasta los desafíos climáticos, el abanico de opciones para desaprobarla se ha multiplicado.
Según las encuestas de opinión que se realizan periódicamente en Chile, es probable que la nueva Constitución sea rechazada en el plebiscito de salida del 4 de setiembre. La razón es que una nueva Constitución que los chilenos consideran mayoritariamente que no los representa, no merece aprobarse. Si eso ocurriese, el recientemente inaugurado gobierno de Gabriel Boric sufrirá un duro golpe político.
Gustavo Petro, elegido como el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, está haciendo exactamente lo contrario de Pedro Castillo en el Perú, y algo diferente de lo de Gabriel Boric en Chile. Está haciendo política. Ha declarado que su triunfo no lo autoriza a gobernar para hacer lo que quiera: ha convocado a un gran acuerdo nacional y acaba de nombrar como canciller a un experimentado político conservador y ministro de Economía a un profesional de reconocimiento internacional.
En procesos tan polarizados como los de Perú, Chile y Colombia, lo más importante es saber hacer política, o sea, interpretar el mandato de las urnas, que en los tres casos ha sido el de converger antes que enfrentar. Castillo no lo hizo y allí están los resultados. Boric no lo está haciendo y allí están los resultados. Petro lo ha empezado a hacer.
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*Abogado de fundador del original Foro Democrático.