En Sao Paulo, Brasil, falleció el jueves 29 de diciembre Pelé (Edson Arantes Donascimento), uno de los más grandes deportistas de la historia y quizá el mejor jugador de fútbol de la misma.
Se sabía que el astro se encontraba muy delicado de salud en los últimos días a razón del cáncer de colon que padecía. Es decir: el mundo estaba pendiente de su situación, tal y como se pudo ver a la selección brasileña de fútbol en el Mundial de Qatar, que le rindió un emotivo de mensaje de apoyo.

Pelé, sin más, es una marca emocional. Muchas generaciones han crecido con la idea de que es el mejor futbolista sin haberlo visto jugar, es decir: prueba contundente de la leyenda que forjan los destinados a posicionarse como referentes más allá de su parcela de acción.
Las estadísticas están ahí, las conocemos todos y vale la insistencia: campeón de tres Mundiales de Fútbol (1958, 1962 y 1970) y anotó 1282 goles. De lejos y de cerca: son récords que difícilmente van a superados por jugadores actuales, aunque la juventud favorece al francés Kylian Mbappé.
¿Pero por qué Pelé es leyenda?
La respuesta está en las giras que durante los 60 y 70 Pelé hizo con el Santos, recorriendo América y Europa. Y atentos al dato: de la totalidad de sus goles, 1120 los anotó con este club brasileño. Las giras con el Santos resultaron claves para las estadísticas del Rey.

Perú no estuvo fuera de esas giras. Con el Santos enfrentó a Universitario de Deportes, Alianza Lima, Sport Boys y Melgar (en Arequipa).
La leyenda de Pelé nace, crece y se perenniza gracias a estas giras. Cuando venía a Perú, el Estadio Nacional se llenaban, las vicisitudes de la vida política y social quedaban de lado, los jefes de Estado posponían sus discursos. Ergo: el Perú ajustaba su agenda para no perder ningún detalle de Pelé.

Porque Pelé con el Santos hacía delirar a la platea y se veía en los partidos lo que hoy es imposible: Pelé era cambiado y el público exigía que regrese, y Pelé regresaba a seguir deleitando a la fanaticada. La jugada y la picardía, la celebración y la piconería (eran encuentros amistosos, mas el trámite era distinto), la reverencia y el estallido…
Estos partidos con el Santos, no solo reflejaron la belleza de un juego (sistema que privilegiaba al talento por sobre la fuerza) a la fecha casi extinto, sino que conectaban a Pelé con el público, porque es el público que lo vio el responsable de la leyenda Pelé gracias a la perdurabilidad de la memoria individual y colectiva. Los Mundiales conseguidos eran el reflejo/resultado de su hechizo deportivo, pero esas giras no solo mostraban el genio de un hombre con el balón, sino también a la persona… Pelé caminando por la calle y saludando a los hinchas, atento a los periodistas que le querían entrevistar…

El niño/adulto/anciano de entonces que lo vio, transmite su experiencia a los suyos, encendido por la fuerza de la memoria. De esta manera se alimentan las leyendas, las épicas y los personajes que van a quedar.
(GRO).