Tras la salida de Ricardo Gareca de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) y con Agustín Lozano como mandamás para capitanear los destinos del fútbol peruano, pues no hay mucho que pensar sobre su tránsito inmediato: un agujero negro que nos retrocede —aún más— y posiciona en ese terreno que tanto gusta a los dirigentes que creen saber de fútbol: la criollada y sus derivados.
Esta impresión se refuerza más tras lo dicho por el ahora ex director deportivo de la FPF, Juan Carlos Oblitas, en la conferencia de prensa brindada hace un par de horas. La fuerza de los hechos arroja una evidencia: Oblitas también fue maltratado por Agustín Lozano, que no le dio la cara al exjugador y dos veces mundialista cuando este solicitaba una reunión para ver su continuidad en la FPF.
La prensa especializada y la hinchada han condenado la manera en cómo se fue Gareca. Es cierto, como dicen algunos que se han manifestado en contra de la continuidad del “Tigre”, que los procesos deben cambiar cuando no se dan resultados y, en línea de ese criterio, un nuevo técnico para la Blanquirroja no era para nada una idea jalada de los cabellos (ya eran siete años de un proceso con resultados positivos y el desgaste es un factor a tener en cuenta). Pero también es cierto que no es normal el aura de duda y grisura sobre la gestión de Lozano y el propio Lozano.
Sin embargo, para sorpresa de la hinchada, “algunos jugadores” (entrecomillado adrede) han mostrado un lado no muy conocido —propio de las superestrellas locales, hay que consignar—, criollón por decirlo de alguna manera, y poco leal hacia la figura de Ricardo Gareca.
Esto lo vimos en una entrevista del periodista Eddie Fleischman al delantero nacional André Carrillo, quien dijo de Lozano lo siguiente:
“Agustín Lozano estuvo siempre con nosotros. Es una persona que está muchos años metidos en el fútbol y sabemos que él daba todo por clasificar. Hoy me causa gracia que mucha gente lo critica, lo golpea. Nosotros que lo conocemos, que estamos dentro, sabemos que él lo único que quería era que nos clasifiquemos”.
Obviamente, la interna en todo grupo de trabajo tiene su propia dinámica y esta se legitima o no de acuerdo a los objetivos logrados y tras lo dicho por Carrillo —y con mayor razón en estos tiempos con manejo de información a disposición— más de un mohín hace un inevitable acto de presencia:
“Hoy me causa gracia que mucha gente lo critica, lo golpea”.
O sea, ¿resulta lícito para Carrillo el maltrato a Gareca por parte de Lozano? Porque a Lozano “hoy” se le está criticando —en Perú y en el extranjero— por precisamente haber maltratado a un profesional del fútbol. O ¿a razón de qué se viene criticando a Agustín Lozano en los últimos días según Carrillo? ¿O el maltrato es gracioso?
Gareca fue claro en su conferencia del martes 19. El problema económico nunca fue el problema para renovar con la FPF. Resulta axiomático que Lozano no quiso ceder el poder político en la gestión del fútbol peruano y fue por eso que envío a dos dirigentes cuestionados a “cerrar” la renovación con el “Tigre” estando el propio presidente de la FPF en Buenos Aires.
Como bien se dice, el fútbol es un mundo de cambios. Si este era el momento para no seguir con Gareca, eso no justificaba la criollada que se hizo con él. Merecía un trato recíproco, ergo: abierto, frontal. Y todo bien. La vida sigue. En este sentido, fastidian las declaraciones de Carrillo por no estar sustentadas en la realidad, un estupendo delantero que Gareca que potenció y en cuyo proceso el “Tigre” llevó a participar en un Mundial de Fútbol y a disputar en 2019 una final de Copa América.
Lo que Carrillo y los demás seleccionados no deben olvidar jamás es lo tácito: Gareca y la Blanquirroja eran una isla, producto de un trabajo de un cuerpo técnico, que brindó alegrías y, cómo no, también penas. Lo conseguido no fue fruto de una política administrativa de la FPF. Esto está fuera de discusión.