No solo los goles de Lapadula nos dieron un respiro de la rocambolesca vida política peruana, también nos rescató de ella un ser de cuatro patas que conmovió a todos. Vendido como perro cuando en realidad era un zorro, el tránsito vital de este zorrito tiene todos los componentes de una extraordinaria historia, que requería de una pluma idónea para plasmarla en literatura. En este sentido, no pocos se sorprendieron cuando el reconocido autor Fernando Ampuero anunció su incursión a la literatura infantil con Run Run (Planeta Infantil). Y las reacciones no tardaron en llegar: un librito con corazón que sigue recibiendo el contundente aprecio de los lectores. Sobre Run Run y su libro homónimo, CARETAS conversa con Ampuero.
—¿Recuerdas el momento en que te dijiste “voy a escribir sobre el zorrito Run Run?” ¿Qué estabas haciendo?
Nada. Fue en una tarde después de una larga siesta, mientras me servía un expreso doble. Ocurrió a fines del año pasado, en los días en que todos estaban apenadísimos por las noticias del zorro fugitivo. Se temía que lo fueran a matar. Pensé entonces en dar un paseo, pero acabé sentado en mi escritorio. Y lo escribí de un tirón. ¿Por qué lo hice? No lo podría precisar. Quizá para dejar un registro, una memoria, o bien para entender mejor la conmoción colectiva en la que estaba participando. ¿Y ya sabía que era un cuento para niños? Sí, porque lo que veíamos los peruanos en los diarios, la tele y las redes sociales parecía el gran reality show de un cuento infantil.
—Siendo el público principal del libro, el infantil —que no perdona—, ¿cuál fue el tratamiento que le diste a esta historia?
Acaté los preceptos clásicos: debía utilizar un lenguaje sencillo, aunque sugerente y expresivo, y luego proponer ilustraciones, un guion de escenas que acompañen al texto como una narración gráfica paralela, es decir, una historieta que oficiara de contrapeso. ¿Y por qué requería un contrapeso? Porque intentaba escribir un relato triste, pero que tuviera de vez en cuando rasgos de humor o algunas gracias que dieran alivio. Ese humor, tan necesario, estaría en las imágenes. Entonces apareció Camila Gómez, una joven ilustradora que me entendió y lo llevó todo a la acuarela.
—¿No ha sido un riesgo escribir un cuento infantil sin final feliz?
Claro que sí. Pero en el caso de Run Run debí tomarlo; tanto adultos como niños hemos sido testigos de sus penurias. A los niños, creo yo, no hay que subestimarlos. Todo niño debe aprender que hay historias que no acaban bien, y que eso no significa que sea el fin del mundo. Estamos aquí para vivir y luchar, y por eso, en cualquier circunstancia adversa, tienes que sobreponerte, seas zorro o humano. De todos modos, agregué al cuento un epílogo gráfico luminoso, bastante alentador.
—Seguro que más de un conocido, amigos tuyos y lectores, se han sorprendido por esta publicación. Para mí es una muestra de que estás desatado creativamente, con libros con buena crítica y muchos lectores.
Mis amigos ya saben que de vez en cuando soy un chiflado. Pero, en la medida de lo posible, procuro que mis chifladuras tengan sustento. Run Run es un texto realista en casi la totalidad de sus páginas; solo el epílogo, en el que mediante globitos hago hablar a los animales, calificaría de fantasioso. Es, además, un relato en deuda con la crónica, el cuento y la fresca historieta de trazo naif. Y en cuanto al tema, la historia desmesurada de Run Run, ocurre en un momento político difícil que atraviesa el Perú, y que de repente nos abrió un paréntesis para presentarnos otro drama.

—Como periodista y escritor tienes una reconocida trayectoria. En ambas facetas, un lazo innegociable: la palabra. Los lectores sienten al leerte —sin importar el registro— a alguien cercano, a un amigo, al pata. ¿Es la oralidad la base de tu escritura?
Yo leo a Petronio y Catulo, que escribieron hace dos mil años, y me da la sensación de que estuviera leyendo a contemporáneos. Esa oralidad es la que me seduce por encima de cualquier otro discurso literario, tal vez porque el poeta, al recurrir al lenguaje directo y la economía expresiva, consigue fusionar su mirada y oído con una estética de empatía. Hay miles de ejemplos de prosa oral en las grandes literaturas.
—¿Qué te conmovió de Run Run? Todo el mundo lo quiere, pero es un solitario. En parte es una suerte de reflejo de lo que es el mundo de hoy: mucha gente es querida y aceptada (redes), pero a la vez es solitaria. Run Run da para más lecturas, como la denuncia del maltrato animal.
Ya casi no podemos vivir sin mirar algún tipo de pantalla. Ahora, en la calle, nadie muestra la mirada perdida; tan pronto deja de hacer algo, se concentra en el teléfono. Somos solitarios esclavizados por la tecnología. Pero, bueno, fue gracias a esto que muchos se enteraron de las vicisitudes del zorro Run Run, aparte de devolver a la actualidad la depredación de la fauna salvaje por el lucrativo tráfico de animales. Y, sí, esta línea de lectura es deseable y me ilusiona que los niños la asuman como propia.
—De tus nuevos y pequeños lectores, ¿tienes presente un comentario que te haya conmovido?
Viendo la cara del zorro que aparece en la portada del libro, un niño me dijo: “¡Qué mirada tiene! ¡Se ve que está con hambre!”.