Esta semana comenzó a emitirse La otra orilla, no solo la primera ficción hecha en nuestro país durante la pandemia, sino también sobre la pandemia. Y es que las historias que nos cuenta esta telenovela son historias actuales, que pueden estar ocurriendo en este momento y que, de hecho, ocurren.
Una enfermera, un maestro, una periodista, un policía y una recogedora de basura, batallan, como todos nosotros, contra ese enemigo invisible que se llama coronavirus. Ellos deben tomar decisiones que, tal como nos pasa, cada día, son de vida o muerte, por más dramático que pueda sonar.
Esa es la nueva normalidad, la de las mascarillas, la de la distancia social, la de la desinfección constante y con eso tenemos que aprender a convivir ¿Es muy pronto para abordar el tema? ¿Las heridas están demasiado frescas? No lo creo. Pienso que es importantísimo que alguien se arriesgue, como lo ha hecho Michelle Alexander y Del Barrio Producciones, a tomar el toro por las astas y confrontarnos con la realidad.
Quizás si nos sumergimos en las historias estas cinco personas, podamos ver más allá de las simples cifras y entendamos, qué hay detrás de cada enfermera o de cada policía, que sucede en sus casas, que dramas enfrentan sus familias, muchas de las cuales están obligadas, incluso, a alejarse para poder protegerse.
Por supuesto, las críticas comenzaron, antes de que la producción saliera al aire, acusándola de oportunista y sensacionalista. Michelle Alexander está acostumbrada a nadar en contra de la corriente, así no hizo caso y siguió adelante y durante la conferencia de prensa del lanzamiento advirtió que no se trataba de sacar ventaja de la tragedia: “No vamos a ver muertos saliendo los hospitales ni gente agonizando. Eso es morboso y no lo haríamos. Queremos brindar esperanza. Además, siempre tratamos temas de la realidad”,dijo.
Al cierre de esta columna, solo había podido ver el primer capítulo de La otra orilla y lo que vi, aunque es evidente que recién estaban presentándonos cada unos de los casos, me conmovió. En menos de una hora, nos hablaron de la crisis del sistema de salud, del abuso de las clínicas, incluso con su personal médico, de la falacia de que los jóvenes por el solo hecho de serlo, son inmunes frente al virus y hasta donde pude entender, de trata de personas, porque, según parece, hay una menor de edad secuestrada.
Rita Solf, la autora del guión, quien ya ha tratado temas igual de fuertes en La piel de Alicia, por ejemplo, ha tenido que enfrentar un reto más grande, el de escribir de manera que haya la menor interacción posible entre los personajes (no hay más de dos en cada escena), para que se pueda grabar bajo estrictos protocolos de bioseguridad, sin que los actores corran riesgo alguno.
Aún así, ha logrado que los protagonistas: Carolina Infante (Gloria), Gonzalo Molina (Pablo), Irene Eyzaguirre (Magda), Martin Velásquez (Sergio) y Alicia Mercado (Patty), puedan transmitir muchísimo al televidente, algo que se vio reflejado en el rating que consiguió desde el primer día, cuando alcanzó picos que superaron los 21 puntos y un promedio general de 18,6 puntos, convirtiéndose en el programa más visto a nivel nacional durante su horario, según cifras de Kantar Ibope Media.
Sigo pensando que la televisión no puede vendernos una sensación de normalidad y que su papel es muy importante para concientizar a la gente a cambiar de hábitos, pero me gustaría algo alentador en los siguientes capítulos. Quisiera ver pasajes en los que la solidaridad haga la diferencia, mujeres que se organizan para sacar adelante comedores populares, héroes anónimos como comerciantes que no sacan ventaja de esta tragedia. Es decir un mensaje de esperanza dentro de la tragedia que nos ha tocado vivir, algo positivo en medio del apocalipsis. Digo, para diferenciarse de los noticieros, al menos.